P?ginas que no callan

?Quién no se ha preguntado alguna vez por qué los azulejos reciben ese nombre si suelen ser de los más variados colores, o por qué la chaqueta también se llama americana, o cómo surgen las palabras yuyu o chuchería? Recuerda el autor la cara de asombro de una alumna cuando contó en clase algo tan obvio como que el boquerón se llama así por el tamaño de su boca en comparación con el de su cabeza, y eso que sus padres tenían una pescadería. En este libro se pretende dar contestación a preguntas que nos surgen cotidianamente sobre las palabras, lo que significan, su origen e historia. No es un diccionario etimológico por más que se pretenda escudriñar algo de la verdad que encierran y que habitualmente no se manifiesta; etimología significa, precisamente, lo verdadero de las palabras. Aquí se busca a través del origen de cada una de ellas, la explicación de su forma actual y significado, de las relaciones que mantienen con otras voces. El mundo de las palabras resulta fascinante. Conocerlas sirve para enriquecernos, para saber algo más sobre el léxico y sobre nosotros mismos. Esta obra viene a des velarnos las huellas que el paso de los años ha ido dejando en la lengua y por qué y cómo se han originado las palabras que utilizamos en nuestro hablar cotidiano.

Incomprendido en su tiempo, Federico Alzubide fue un escritor que, sin haber colocado palabra alguna sobre el papel (y de ah? el t?tulo de este libro), movi? los cimientos de la cr?tica. ?Era un verdadero vanguardista o alguien que se burlaba de sus lectores? Cuatro p?ginas en blanco, de Lucho Z??iga, es un notable artefacto est?tico porque combina el ensayo, la entrevista y el microrrelato para afianzar su car?cter metaliterario. Pero es, ante todo, un texto arriesgado y que no debe pasar desapercibido. Lucho Z??iga (Lima, Per?, 1978) recuerda que tiene nueve a?os de edad cuando, despu?s de un apag?n, a la luz de unas velas, su hermano mayor le pregunta si quiere escuchar un cuento. Ya hab?a le?do Pulgarcito, El gato con botas, Pinocho, Blanca nieves y los siete enanos. Espera algo parecido. Su hermano le lee los inicios de La Metamorfosis, de Franz Kafka, evento trascendental en su infancia. Desde entonces, improvisa mundos autosuficientes en peque?os cuadernos. En uno de ellos, un anciano, refugiado en un s?tano durante la Segunda Guerra Mundial, escribe un poema en forma de escalera y pide a siete de sus descendientes escribir un libro inspirado en ?l. Nace as? una logia llamada El C?rculo Blum, la cual aparece en su primera novela. Cuatro p?ginas no escritas que el lector c?mplice sabr? llenar con su imaginaci?n. Cuatro p?ginas dentro de un libro m?ltiple, uno de los cuales nos conduce hasta «Clarividencias», obra in?dita del genial Alzubide-Z??iga: atisbos de lo que escapa a nuestro control en eso que hemos dado en llamar Realidad, visiones hiperbreves donde lo fant?stico se da la mano con lo absurdo y lo grotesco. Un libro inacabable. David Roas

Los ocho cuentos de Mentiras que no te cont? son un mordaz retrato de las fronteras, desde las geogr?ficas hasta las individuales. Horadados por la violencia, la soledad y la desesperanza, los l?mites son un espacio de transgresi?n permanente tanto en los conflictos visibles —rupturas, planes fallidos, fiestas que terminan en torturas— como en el car?cter de profunda ambivalencia en las mujeres que los protagonizan. Son morras cuya fortaleza estriba en su capacidad de oscilar entre la inocencia y la perversidad, la realidad y la alucinaci?n, la euforia y la tristeza. Si bien existen semejanzas contextuales en sus personajes —ser mujeres del norte—, la prosa precisa y din?mica de Elma Correa configura una asombrosa diversidad de voces que comparten un rasgo esencial: quieren como s?lo las personas rotas pueden querer. Mentiras que no te cont? esboza, a trav?s de un humor corrosivo y punzante, un paisaje tan norte?o como humano en el que ineludiblemente nos veremos reflejados a pesar de la lejan?a con nuestra propia latitud. Ana Fuente

Los a?os que no es todo lo que s? que ocurre cuando se evade el trauma de una violaci?n volando 9.516 kil?metros para trabajar en un resort californiano. Tambi?n es lo que va en el equipaje de vuelta a Espa?a: una depresi?n. Esto es una novela fragmentada en el tiempo y acelerada hasta el accidente, con algo de activismo de bat?n contra la actual redacci?n del T?tulo VIII del C?digo Penal, el relativo a los delitos contra la libertad e indemnidad sexuales, con algo de amor y dependencia. En este libro solo es ficci?n lo que es veros?mil.

Una vez m?s la m?sica como hilo conductor. Cuarenta canciones son el pretexto, la columna vertebral, para esbozar los trazos y urdir la trama de una historia que se entreteje como cuando se hila un tapiz. Manolo tiene una ruta andada, sabe por d?nde quiere seguir y por cu?les escaleras no quiere volver a bajar, tampoco a subir; porque al final el ?xito, como dec?a Dylan, es una extra?a manera de fracasar. Elisa, que pod?a seguir siendo la misma persona toda la vida, tendr? que descubrir qu? puede hacer consigo misma despu?s de esta casualidad que le permitir? no solo atestiguar la reinvenci?n de un ser humano, sino la suya propia. Si la letra de una canci?n constituye el cincuenta por ciento de la misma o m?s, esta historia consigue el maridaje perfecto entre la letra y la m?sica de una partitura en la cual dos destinos quedan acompasados por los mismos ritmos.

"Por qu? no olmos la barbarie? Esa es la pregunta de fondo que se plantea Jorge Iv?n Bonilla. Es ella la que nombra las claves de toda la formulaci?n de este trabajo, las que conciernen tanto a la especificidad de la guerra que a?n desgarra a Colombia como al lugar desde el que se formula la cuesti?n que moviliza la investigaci?n, esto lo visibilidad social, pol?tica y cultural de esa guerra. Insertado en un proceso y un contexto precisos, este libro le hace ya un aporte al pa?s al poner en claro los atrasos y deficiencias de un campo de investigaci?n: el de los procesos de comunicaci?n estrat?gicos que movilizan im?genes, dada la popularidad y masividad socioculturales que estas conllevan. La puesta al d?a de los debates que, en el plano internacional, conciernen a la investigaci?n sobre reg?menes de visibilidad y representaci?n de las guerras y sus muy diversos tipos de violencias permite a este trabajo dejar atr?s un mont?n de prejuicios provincianos e inercias acad?micas que han estado impidiendo enfocar tanto conceptual como metodol?gicamente la complejidad de dimensiones y planos que presenta esa problem?tica.

Convencido de que dentro de esa enorme —y muchas veces indomable— bestia llamada memoria, en alg?n h?medo rinc?n, se halla todav?a encendido el instante en el que el errante protagonista de estos poemas inici? su deriva por los campos del tiempo, decide ir en su b?squeda. Las palabras surgir?n como herramientas ?tiles para remover los pliegues donde se ocultan, reunidos desde hace tanto, recuerdos familiares, experiencias personales, deseos y p?rdidas. Pero ellas, por supuesto, no le servir?n tan solo para eso. Tambi?n ser?n capaces de retratar, de registrar, cada uno de esos reencuentros. Sean estos felices o no: «Mi refugio es la poes?a, / con o sin espada/ siempre afilo el l?piz». As? pues, Como errante que no quiere nada, es el registro de ese trayecto interior. La historia descrita no solo es la de una personalidad en formaci?n, sino adem?s la de un individuo que se descubre como poeta. Con la intensidad de estas experiencias ?ntimas su creatividad ser? estimulada. Del mismo modo como le ocurre con aquello que lo rodea: «La belleza para m? fue incluir lo profundo de la vida,/ las cosas simples, complejas, parecidas al laberinto». El esfuerzo llevado a cabo en la realizaci?n de estos actos —el hurgar en su memoria, el reaccionar ante el mundo— ser? similar al que utilizar? para la escritura. Y es que ser?n actividades equivalentes, pues siempre le permitir?n reconocerse, reconstruirse, despu?s de cada desasosiego: «Desde que perd? sus ojos/ solamente r?o por la sencilla raz?n/de que abatano el aire,/ tomo hiel y dan ganas de escribir».

We are two busty singles who don't miss any experiments and are always looking for fun and adventure. Sonja is 32 years old, has long black hair, slender figure with bulging, non-hanging 80E and non-slip bottom. I, Karolin, am 28 years old, have long red hair, a sporty figure with round, firm 80D and well-formed bottom. When we go out, we like to show what we have and are often asked about our large breasts. We are a few years in the future and medical research has made some progress. The latest development is a device with which the gynecologist can determine the orgasmic ability of women. It works very easily, the doctor pushes a sensor onto the vagina, which after a few seconds shows the orgasm ability on a scale from 0 (not capable) to 10 (absolutely capable). Parallel to the sensor, the pharmaceutical industry has developed two active ingredients that influence orgasmic ability, one that has a strengthening effect, also called G-cream; and one that causes a decreased ability, or F-cream.

Before he knew what happened to him, I had already blindfolded him in the hallway with my silk scarf. I took his hands and immediately began to tie them up in front of his body with a rope from my handbag. I led him into the living room and put him on my bed. Before he could say anything, I pressed his upper body onto the mattress and fixed his bound hands to the opposite side of the bed frame, so that he now lay safely across on his bed in front of me. Dari was surprisingly quiet. I had completely taken him by surprise with my action. I took off his shoes and socks before I started to let my fingers gently play on his waistband. I took off his pants and panties. His hands safely tied to the bed and blindfolded, he was now only lying in front of me, dressed in his T-shirt. Carefully I spread his legs and tied them to the bed with two more ropes in this position. He was defenceless and at my mercy, just as I wanted him to be.

He has been working in this bar for several weeks and had already made some beautiful women in his life happy with his cocktails. Occasionally with a little more – after work. He had all the freedoms of the world – he was once again single. His shift started an hour ago. It would be another long Friday night. Just as he was wondering if he wanted another little adventure today, the door opened. Despite the dim light, she recognized it immediately. Since he worked here she came every Friday – always with a few friends. She was something special – he had felt it from day one. Now the door had opened. His eyes could not resist the sight of her. She had a way of walking, the way she attracted the men. Not artificial, but slightly dancing. Your hips turned with every step as if you were moving to an imaginary melody with every step. She had her long brown curly hair open today, so that the curls played around her beautiful face with every step as if you wanted to stroke it.