Coincidiendo con el aniversario de la muerte de su madre, Isabel de Naver?n escribe un diario de duelo. La acci?n f?sica de escribir se convierte para la autora en un ritual, el gesto que transforma y resignifica la experiencia vivida. El libro discurre como una voz que toma consciencia de su propio estado de duelo, adoptando por momentos la naturaleza de una carta escrita hacia la madre, en busca de una nueva forma de presencia. Im?genes, recuerdos y observaciones de los estados cambiantes que siguen a un impacto vital se organizan en breves fragmentos formando una constelaci?n en que distintas voces se cruzan. Quien recuerda lo que alguien dijo es ahora quien piensa o evoca y el yo se desdibuja para dar espacio a un entrecuerpos, un lugar de enunciaci?n que es necesariamente inestable, generoso, t?ctil.La autora trata de recuperar los ?ltimos d?as de la vida de su madre cuando, afectada por una enfermedad degenerativa, se dispuso a morir rodeada de sus seres queridos y en su propia casa. Este escrito est? marcado por lo vivencial y atravesado por la consciencia de una transformaci?n que se da durante el tiempo inmediatamente posterior a la muerte de alguien querido. Este libro da cuenta de c?mo se resignifica cada peque?o detalle de la vida cotidiana, modific?ndola sin vuelta atr?s. Da cuenta, tambi?n, del ?mpetu f?sico y vital que se experimenta en el periodo de duelo, una mezcla entre la pena y la alegr?a, un estado a veces lleno de contradicciones.
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